domingo, 5 de septiembre de 2010

LITERATURA / BIOGRAFÍAS / Gabriel García Márquez

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LITERATURA
BIOGRAFÍAS
PAÍS: COLOMBIA

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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Escritor colombiano. Premio Nóbel de Literatura 1982. Periodista, novelista, cuentista, guionista de cine. Saltó a la fama con su obra cumbre: "Cien años de soledad".

Nació en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927. Hijo de Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez. Creció en casa de sus abuelos maternos, pues sus padres se fueron a vivir a Sucre, cuando García Márquez sólo tenía cinco años de edad.

Los abuelos influyeron grandemente en la vocación literaria de "Gabito", como se le nombra cariñosamente en Colombia. El coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño nieto historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, y su abuela Doña Tranquilina Iguarán, pasaba horas enteras narrándole fábulas, sueños y leyendas; siempre misteriosa y supersticiosa, transformando en sobrenatural la realidad cotidiana, lo que sin lugar a dudas, marcó al niño.

Los primeros años de escolaridad los realizó en Aracata, y después hizo el bachillerato en Barranquilla, en  el Caribe colombiana y en Zipaquirá, una pequeña ciudad cercana a Bogotá. En 1947, por deseo de sus padres, se trasladó a la capital a estudiar derecho en la Universidad Nacional. Según lo comenta él mismo, Bogotá lo impresionó mucho "era una ciudad gris, fría, donde todo el mundo se vestía con ropa muy abrigada y de color negro", diferente a la que usan en la calurosa Costa Caribe.

En esa época estudiantil leyó a varios escritores que infuyeron en su temática y técnicas literarias, como Franz Kafka y William Faulkner, Hemingway, Joyce y Virginia Woolf. También emprendió un estudio de las obras clásicas, encontrando gran inspiración en la obra de Edipo Rey de Sófocles. Al poco tiempo de residir en Bogotá, inició la escritura de sus primeros cuentos y de sus colaboraciones periodísticas en el diario "El Espectador".

En febrero de 1955 apareció el primer número de la revista "Mito", bajo la dirección de Jorge Gaitán Durán, revista que tuvo gran influencia en la vida cultural colombiana. García Márquez publicó dos trabajos en esa revista: el Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955), y El coronel no tiene quien le escriba (1958). 

En ese año mismo año, publicó La hojarasca (novela en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su obra de ficción, llena de desbordante fantasía), y también publicó un extenso reportaje, por entregas, Relato de un náufrago, el cual fue censurado por el régimen del presidente militar Gustavo Rojas Pinilla, por lo que las directivas de El Espectador decidieron que García Márquez saliera del país como reportero en Europa.

Su vida en el exterior

Cuatro años trabajó en Europa, tiempo que le sirvió para tener una mirada diferente de América Latina y para recopilar mucho material para escribir cuentos acerca de los latinos que vivían en París. En esta ciudad vivió en condiciones precarias ya que el salario no era suficiente. Para cubrir algunos eventos, recorrió Polonia, Hungría, Alemania, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Durante ese tiempo se da a la tarea de escribir dos novelas: El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora.

Cuando el periódico El Espectador fue clausurado por la dictadura de Rojas Pinilla, consiguió ser corresponsal de El Independiente, y colaboró también con la revista venezolana Élite y la colombiana Cromos. En marzo de 1958, viaja a Venezuela después de contraer matrimonio con Mercedes Barcha, la hija de un boticario, "a la que le había propuesto matrimonio desde sus trece años". García Márquez se ha referido a Mercedes constantemente y con cariño orgulloso, ya que ha sido su apoyo y estímulo en todas las circunstancias de la vida, algunas con muy difíciles.

Comprometido con los movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez siguió de cerca la insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959. Amigo de Fidel Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa Latina, la agencia de noticias de Cuba. En 1960 vivió seis meses en Cuba y al año siguiente fue trasladado a Nueva York, pero tuvo problemas con la Cia y los cubanos exiliados que no compartían el contenido de sus reportajes, por lo que decidió retirarse de Prensa Latina y se trasladó a la Ciudad de México, en donde vive actualmente.

En México, se dedicó a escribir guiones de cine, entre los que se destaca El gallo de oro (1963), basado en un cuento de Juan Rulfo, que García Márquez adaptó a cuatro manos con el escritor Carlos Fuentes. El año anterior (1962), había obtenido el premio Esso de Novela Colombiana con La mala hora. Y en 1966, después de leer la única novela que escribió Juan Rulfo, titulada Pedro Páramo, y mientras se dirigía con su esposa y sus hijos al puerto de Acapulco, García Márquez tuvo la visión de como escribir la novela que durante 17 años venía rumiando y que después se convertiría en su obra cumbre: Cien años de soledad", la que después de ser rechazada por algunos editores, fue publicada finalmente por una editorial argentina.

Después del éxito de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez pasó largas temporadas en Barcelona, Bogotá, Cartagena y La Habana. El 21 de octubre de 1982, recibió en México la noticia de que la Academia Sueca le había otorgado el premio más importante en el mundo de las letras: El Nobel de Literatura. La concesión del Nobel fue un acontecimiento enorme en Colombia y Latinoamérica. La ceremonia de entrega del premio se celebró en Estocolmo. El discurso que leyó García Márquez, fue una hermosa pieza literaria de profundo contenido latinoamericanista; un texto espléndido de fe en los destinos del continente y de sus pueblos. El gobierno colombiano, presidido por Belisario Betancur, programó una vistosa presentación folclórica. 

Durante las tres décadas transcurridas después de este acontecimiento, ha escrito cuatro novelas más, se han publicado tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa.

Su obra

Como queda dicho, su obra cumbre es "Cien años de soledad". García Márquez tardó dieciocho meses en escribirla. El día 30 de mayo de 1967 salió a la venta en Buenos Aires la primera edición. "Tres décadas después se había traducido a 37 idiomas y vendido 25 millones de ejemplares en todo el mundo". El libro salió a las librerías sin ningún tipo de campaña publicitaria; agotó su primera edición de 8.000 copias a las dos semanas y pronto se convirtió en la novela en español más leída en el mundo entero. La Real Academia Española, en el año 2007, publicó esta novela en una edición conmemorativa, por considerarla uno de los grandes clásicos de todos los tiempos, escritos en español.

"El amor en tiempos del cólera", otra novela de García Márquez traducida a varios idiomas, se publicó por primera vez en 1985. Está basada en la historia de la joven pareja formada por Fermina Daza y Florentino Ariza, inspirada en la historia de amor de sus padres. En 2002, García Márquez publicó el libro de memorias "Vivir para contarla", el primero de los tres volúmenes de sus memorias, que el escritor había anunciado.

Su más reciente novela, "Memoria de mis putas tristes", apareció en 2004 y es una historia del romance de un hombre de noventa años y su concubina adolescente. Este libro causó controversia en Irán, donde se prohibió después de 5.000 ejemplares vendidos, y en Mexico, una ONG amenazó con demandar al escritor por hacer apología de la prostitución infantil.

Cuentos y relatos:

En una cronología de sus cuentos y relatos, las fechas en las que se publicaron por primera vez son las siguientes:
1947 - La tercera resignación.
1948 - La otra costilla de la muerte. 1948 - Eva está dentro de su gato.
1949 - Amargura para tres sonánbulos. 1949 - Diálogo del espejo.
1950 - Ojos de perro azul. 1950 - La mujer que llegaba a las seis.
1951 - Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles.
1952 - Alguien desordena estas rosas.
1953 - La noche de los alcaravanes.
1955 - Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo.
1962 - La siesta del martes. 1962 - Un día de éstos. 1962 - En este pueblo no hay ladrones. 1962 - La prodigiosa tarde de Baltazar. 1962 - La viuda de Montiel. 1962 - Un día después del sábado. 1962 - Rosas artificiales. 1962 - Los funerales de la Mamá Grande.
1968 - Un señor muy viejo con unas alas enormes. 1968 - El ahogado más hermoso del mundo. 1968 - El último viaje del buque fantasma. 1968 - Blacamán el bueno vendedor de milagros.
1970 - Muerte constante más allá del amor.
1992 - Doce cuentos peregrinos.

Novelas y libros de recopilaciones:

Las más importantes novelas y libros de recopilaciones de entrevistas, reportajes y artículos varios, es la siguiente. (Aparece en forma cronológica):
1955.- La Hojarasca.
1961.- El coronel no tiene quien le escriba.
1962.- La mala hora. 1962.- Los funerales de mamá grande
1967.- Cien años de soledad
1968.- Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo.
1970.- Relato de un náufrago (edición en formato libro), compila el reportaje publicado en 1955.
1973.- Ojos de perro azul.
1974.- Chile, el golpe y los gringos.
1975.- El otoño del patriarca.
1976.- Todos los cuentos.
1978.- De viaje por los países socialistas.
1981.- Crónica de una muerte anuncada.
1989.- El general en su laberinto.
1992.- Doce cuentos peregrinos.
1994.- Del amor y otros demonios.
1996.- Noticias de un secuestro.
2002.- Vivir para contarla.
2004.- Memorias de mis putas tristes.


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LITERATURA

Género: Cuento
Fragmentos de la obra

AUTOR: GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ




 Espantos de agosto

[Texto completo]


Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan.
Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.

Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.
- El más grande -sentenció- fue Ludovico.

Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.

El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.

Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.

Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.

Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.

Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. "Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos". Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita.

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