jueves, 21 de octubre de 2010

LITERATURA / Cómo escribir verdadera poesía / ANTOLOGÍAS

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LITERATURA
Género: Poesía
Antología: Vuelos de libertad
Autora: María Teresa Arrázola

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CÓMO ESCRIBIR VERDADERA POESÍA

Por Juan Revelo (*)

Lectura realizada en el Auditorio "Aurelio Arturo" de la Biblioteca Nacional de Colombia, con motivo de la presentación de la antología "Vuelos de libertad" de María Teresa Arrázola. Bogotá, Marzo 19 de 2009.


"VUELOS DE LIBERTAD"
Libro-homenaje a la memoria de las poetas :
Matilde Espinosa y Aurora Arciniegas

Todos sabemos que la verdadera poesía es escasa y que hay pocos "grandes poetas" modernos en el mundo porque es difícil llegar a su esencia, a esa peculiaridad que la hace diferente de otros géneros literarios otorgándole el nivel superior que tiene; esa aura de misterio luminoso, de musicalidad cósmica, de revelación extraordinaria, en donde las palabras brillan con destellos de verdad infalible.

Por esa dificultad, por la exigencia que tiene la poesía verdadera y también porque hay gente que sigue creyendo que para ser poeta sólo se necesita escribir versos, rimados o no; por eso, abundan los libros de antipoesía plagados de lugares comunes, a veces construidos con frases melifluas y cursis, o con metáforas inocuas que no llegan a darle hondura a los versos, ni conmueven al lector.

Para llegar al nivel artístico que tiene la verdadera poesía, no sólo hace falta talento e inspiración, sino que se requiere una amalgama que combina: sensibilidad para expresar las ideas y los sentimientos; intuición y fino oído para detectar la cadencia de la palabra escrita; lectura de los grandes poetas y permanente ejercicio literario.

LA POESÍA COMO ARTE

“La poesía, como arte –dijo Octavio Paz–, debe tener, antes que nada, ritmo, imágenes y un cuidadoso manejo del lenguaje que permita ahondar en la esencia del ensueño, en la profundidad de la otra realidad. Sólo así, el poema perdurará en el tiempo y conmoverá al lector". Y en su excelente ensayo sobre la poesía "El arco y la lira", el mejor que se ha escrito al respecto, complementó su opinión sobre este género literario al decir: "La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aisla, une (...) Inspiración, respiración. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia. / El tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente".

En la nueva antología compilada por María Teresa Arrázola, “Vuelos de libertad”, existen varios poemas que reúnen las características mencionadas por el Premio Nobel mexicano; esto es: tienen ritmo, imágenes y un lenguaje apropiado que permite profundizar en la esencia del ensueño y en la otra realidad. Por eso, al leerlos, provocan un alto grado de conmoción, como justa respuesta a la buena poesía incluida en el libro. Sólo citaré algunos casos, y en cada caso, mencionaré unas pocas líneas.

En la primera parte del libro, María Clara González escribe con intensidad de presagio irrefutable: “Tu voz urdirá cantos que sosieguen las horas / expectantes metáforas de agua. / Cuando llegue el momento del reencuentro / trazado ya en el cauce del destino / Bastará una mirada para reconocernos“.

Y María Teresa Arrázola, dice en una bella imagen inspirada en la poeta Matilde Espinosa: “Generosa y magnánima / fuiste nido para la fatiga / y el desamparo ajeno. / La vida te dio muchas veces / una pesada carga / para tu levedad de golondrina“.

Y Giomar Cuesta Escobar, escribe con buen ritmo y nostálgico acento: “Antes del milagro del amor / una sed sin orilla / permitió el hallazgo de este cuerpo / donde sólo habita el Verbo. / Y esta mi boca / se embarcó en tu poema / y ahora eres la luz / la piel, la risa, / el canto y la justicia / y nunca más la ausencia“.

Estos son buenos ejemplos de poesía moderna; de verdadera poesía que no descuida su esencia; que tiene cadencia y musicalidad, buen manejo de metáforas e imágenes, y belleza en la construcción poética.

POESÍA Y VERSIFICACIONES

Pero como en todo análisis serio de una obra literaria, se deben mencionar no sólo las virtudes sino también las debilidades (para no caer en la nefasta costumbre que tienen los clubes de elogios mutuos, que impiden la crítica sana y el crecimiento literario de sus socios), me veo obligado a decir que esta antología, como toda compilación de poemas de autores diversos, no está conformada por las poetas que escriben sino por los poemas escritos por ellas, y entonces no es extraño encontrar algunos trabajos que no cumplen las características que exige la poesía verdadera, como lo mencionamos atrás, y que por tanto, solo llegan a simples versificaciones; pensamientos y sentimientos plasmados en el papel, sin ritmo, sin belleza y sin lenguaje poético.

Sin embargo, esto no demerita la obra. Lo que le da validez y justifica la publicación de este libro, son los demás poemas, a los que me acabo de referir y otros, que tomo, en forma aleatoria de la segunda parte de “Vuelos de libertad”, empezando por el escrito en forma magnífica por la colombiana Maruja Viera, que vislumbra una soledad final, la de la muerte, como entrada a nuevos caminos:

“Está bien que la vida / de vez en cuando nos despoje de todo. / En la oscuridad / los ojos aprenden a ver más claramente (….) / Tiempo definido / cuando la soledad / es el total vacío del cuerpo y de las manos / Hay caminos abiertos / hacia lo más profundo y distante“.

O en estas estupendas líneas del poema “Grito” de Carolina Mayorga: “Tan solo dos segundos / Quizá tres a lo sumo / después del fogonazo / Y ya no habrá mañana ni abrazos que te esperen“.

O en los contundentes versos por la paz, de la poeta argentina Ime Biassoni: “Mi lucha no es secreto / no es leyenda para quemar / (…) / Mi lucha por la paz / es halcón volando hasta el más alto de los santuarios”.

O en lo plasmado en forma concisa y reveladora por Dora Mejía: “Vengo desde la oscuridad / desde el silencio / talvez desde el olvido / Salgo del espejo / arranco mis sandalias / dejo caer mi última lágrima”.

O en el Nocturno de la bogotana Inés Blanco cuando escribe: “El guiño de una estrella / encenderá a gotas / los ojos de la luz. / La noche siempre traerá tu nombre / en el aliento fresco / del amanecer“.

Estos bellos poemas muestran un trabajo cuidadoso de creatividad, un esmerado manejo de la palabra escrita y una profundización poética de los sentimientos y pensamientos expresados por las poetas.

LAS DOS PARTES DEL LIBRO

María Teresa Arrázola, la antologista de “Vuelos de libertad”, que incluye voces femeninas de Colombia y otros países, no pertenece a ningún grupo feminista, aunque alguien podría incluirla en alguna de estas colectividades (moderadas o beligerantes; dúctiles o radicales), por el hecho de seguir empeñada en dar a conocer el trabajo de mujeres que escriben poesía, excluyendo a los poetas varones. Yo, por el contrario, pienso, que nada tiene que ver con el feminismo el hecho de realizar una antología de poetas mujeres, y mas bien creo que sería gratificante que algunas de las feministas apasionadas, empezaran a dejar el egoísmo que las lleva a buscar (consciente o inconscientemente) su personal reconocimiento narcisista y emprendieran tareas como ésta, que tienen como objetivo, mostrar el trabajo literario de importantes mujeres que desarrollan su vocación poética en forma silenciosa y sabia.

Al leer este libro, lo primero que uno nota es que tiene una doble esencia y que está dividido en dos partes: La primera parte, el justo homenaje a la inolvidable poeta Aurora Arciniegas, fallecida hace un año, y a la maestra de maestras, “magíster máxima", Matilde Espinosa, de quien todos tenemos el grato recuerdo de su afectuosa amistad y de su importantísimo trabajo literario de tantos años que le permitió ser reconocida en Colombia y en toda Iberoamérica por su poesía certera, metafórica, profunda, tierna... como lo demuestra uno de sus poemas más hermosos y premonitorios, titulado “En la muerte de una golondrina”:

“Pluma arrancada a la noche ciega / ahora ya eres nada / pequeña gota de humo. / Tu corazón de madrugada / vuelve al silencio de la tierra oscura. / Quizá nadie te llore. / Hay tanta muerte grande y tanta sepultura / que se pierde tu brizna de viento y mar. (…) Ya nunca volverás a navegar en la mañana. / Ni volverán tus remos a golpear mi ventana”.

La segunda parte del libro es la antología misma, con “poemas por la vida” en la que el lector encuentra trabajos de algunas poetas destacadas y reconocidas en Colombia y el exterior, y de otras, conocidas muy poco, pero con ansias de realizar la difícil tarea de alcanzar las alturas del arte poético supremo. Algunos ejemplos de ese trabajo literario de calificación excelente, son los que a continuación anoto:

Adela Guerrero Collazos, escribe con voz de reclamo construyendo una hermosa metáfora: “Nada más se parece al silencio / como esta tierra / deshabitada de amor. / Nada se parece más a la vida / como ese niño mirando al vacío / sentado sobre la noche”.

Y María Mercedes Lafaurie vuela en versos cortos y límpidos: “Aire para mover las velas de un velero ágil / que nos lleve a otra playa. / Aire para impulsar las alas / y acortar las distancias".

Y Felisa Escobar Carvajalino canta con referencias dolorosas a los indígenas y campesinos desplazados por la guerra: “Como único equipaje llevas el desarraigo / y tu sombra que sueña la muerte redentora. / Centauro de la verdad / cabalgas en el mito de tu raza / con tu dolor amarrado / a la noria del exilio".

Y Amparo Romero Vásquez construye un tierno y grato poema a su hija que espera al nieto amado: "Que florezca tu útero / con su acendrada constelación de pájaros / muchacha a quien amo, buena como el pan / clara como la luna llena".

POETAS Y EDITORES

Tal vez por la escasa cantidad de lectores, y por el poco interés que el sistema educativo de Colombia y de otros países iberoamericanos le otorga a la poesía, muy pocos libros de poemas se venden en las librerías; y entonces, bellos poemas como los que acabo de mencionar, quedan circulando entre las amistades y los pequeños grupos de influencia en donde los poetas residen, o quizá se dan a conocer en las redes de Internet, indudablemente gigantescas pero sin retribución económica para los autores. 

De allí quizá se desprende la dificultad de subsistencia de algunos poetas, hombres y mujeres, que tienen que trabajar en otras actividades para poder subsistir, igual a como tuvieron que hacerlo, por ejemplo, Borges, Vallejo, Cavafis o Eliot, por citar sólo algunos casos, o como le sucedió a nuestro gran Aurelio Arturo, ahora reconocido a nivel internacional como el poeta colombiano más importante del siglo XX, y cuya memoria es honrada en esta sala de la Biblioteca Nacional de Colombia, en donde estamos presentando esta antología, quien tuvo que desempeñar, para conseguir el sustento diario, distintos cargos como abogado, traductor y profesor en universidades y colegios, en uno de los cuales tuve el honor de recibir sus enseñanzas en Nariño.

Difícil, como ocurría en tiempos de Aurelio Arturo, es la situación de poetas y escritores contemporáneos que desean que su obra sea leída por un público extenso y que se encuentran con el desinterés de la mayoría de las grandes editoriales y librerías, que prefieren los libros de mayor venta, la seudo-literatura, las biografías y memorias de narcotraficantes, madames, divas, secuestrados nacionales y extranjeros que inundan el mercado, aunque no tengan valor literario.

Tal vez esto ocurre porque vivimos en una sociedad y en un tiempo en el que prevalecen los gustos mediocres, cuando se prefieren las novelas frívolas, o las publicaciones truculentas atiborrados de sexo, violencia y morbosidad, escritas a la carrera. Libros plagados de errores de dicción y sintaxis; escritos con mal gusto y con lenguaje paupérrimo. Por eso, muy raras veces triunfa una obra valiosa, como si a nadie le inquietara que esas editoriales, sigan publicando libros triviales y truculentos, escritos por autores de baja calidad.

LA POESÍA COMO EJERCICIO DE CATARSIS

María Teresa Arrázola al haber realizado este libro, con el deseo de publicar la obra sincera y humana de un grupo de mujeres de diverso origen y nacionalidad, se revela como una antologista solidaria con las poetas que en Colombia y en otros países iberoamericanos, se ven obligadas a publicar sus libros con su propio peculio porque siguen siendo marginadas no sólo por las mencionadas editoriales, sino también por la sociedad machista vigente. Por eso, “Vuelos de libertad”, como su nombre lo sugiere, es por sí mismo un libro cargado de rebeldía, de reiterada emancipación que nos permite descubrir, a través de los poemas que lo integran, la imagen de la mujer moderna, dispuesta a reconstruir el mundo junto al hombre, o “a pesar del hombre“, como dijera Virginia Woolf.

Muchos poemas del libro, reflejan claramente un ejercicio catártico, con remembranzas de voces y ausencias en caminos que fueron recorridos junto a alguien que un día quedó en el olvido. Versos que sugieren lejanías, desengaños, soledades... Versos cargados de fuego y viento; lluvia y llanto; melancolía y esperanza. Versos adheridos a los amaneceres de la infancia y la juventud, expresados en metáforas que a veces revelan sufrimiento, abandono y muerte; y otros, escritos por las poetas a quienes les duele la injusticia, la marginación, el hambre y el sufrimiento de niños, hombres y mujeres desplazados de sus tierras por la violencia, y que ahora deambulan en las calles de las grandes ciudades insensibles a su tragedia.

Y no podía ser distinto el contenido diverso de este libro, ya que el trabajo de quienes construyen poesía, es una labor solitaria que emerge de la interioridad y de la sensibilidad frente al mundo que las rodea. Trabajo que también refleja el encuentro con su recuerdos y nostalgias; con sus certezas e incertidumbres; con sus ensoñaciones y fantasmas. Un trabajo difícil, no siempre comprendido por quienes están fuera del mundo de la poesía, pero gratificante para las autoras, que brota del enmarañado contexto de su vida diaria. Todas enfrentadas a la soledad del último y definitivo paso; al irreversible viaje final al que no podremos llevarnos nada de lo que tenemos, y que a veces nos intimida profundamente, como lo dijo Matilde Espinosa, poco tiempo antes de su fallecimiento: “Nadie quiere morir / nadie quiere dejar su cuadradito de aire / su gota azul de cielo“

Por eso, hoy, reunidos en este recinto para celebrar el nacimiento de la antología “Vuelos de libertad” de María Teresa, quisiera decirle a Matilde, en nombre de todos los aquí presentes: Querida amiga: Estamos recordándote con nostalgia y cariño. Y como sabemos que estás aquí presente, en poesía y espíritu, te manifestamos que seguiremos leyendo tus libros y recordando tus logros literarios, y lo haremos con emoción y afecto hasta que nos toque reencontrarnos contigo, en el preciso momento que tengamos que dejar para siempre, ese "cuadradito de aire", esa "gota azul de cielo", que tu, Matilde querida, inmortalizaste en tu poema egregio.


Bogotá, Marzo 19 de 2009. Auditorio Aurelio Arturo de la Biblioteca Nacional de Colombia.

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(*) Juan Revelo y Revelo: Escritor, poeta y periodista colombiano, autor de libros de poesía, ensayo y narrativa. Trabajó como asesor de la OIT en Suiza y Argentina; y como asesor de la UNESCO, en París, La Habana y México, país en donde fue alumno de Juan Rulfo y Octavio Paz. Ganador, entre otros, del Premio Nacional Ciudad de Barrancabermeja (2000) y del Premio Nacional de Cuento de Editorial Planeta (2002). Antologista y jurado de concursos de poesía y cuento. Director de talleres de poesía y narrativa en Bogotá, Cali y Medellín (Colombia); y en Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara (México). Escribe en periódicos y revistas culturales de Colombia y México. Es miembro del PEN Club de Colombia.

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LITERATURA / ANTOLOGÍAS
Género: Poesía
TÍTULO: NUEVAS VOCES DE FIN DE SIGLO


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Poesía Colombiana

Nuevas Voces de fin de Siglo

Por Enrique Santos Molano

Con este tí­tulo acaba de aparecer una de las mejores antologías de poesí­a publicadas en Colombia, preparada con admirable paciencia y excelente criterio por el escritor Juan Revelo y Revelo, que incluye una magní­fica selección de poemas modernos de ciento sesenta autores, hombres y mujeres de distintas edades, algunos con premios nacionales y regionales y otros que empiezan a darse a conocer.

Sin lugar a dudas, este libro es una obra importante porque rescata las nuevas voces de los poetas colombianos, originarios de todos los departamentos del país, y nos muestra que no hay rincón de nuestra geografí­a donde no exista una corriente creadora, llena de ritmo, frescura y hermosas imágenes, en las que bulle el espí­ritu de la poesí­a como el arma más eficaz contra la violencia y la desesperanza.

Publicada por Epsilon Editores, esta antologí­a es un experimento novedoso que pone a prueba, por primera vez en nuestro medio, una modalidad de invitación y selección, que ha dado resultado en Estados Unidos y en algunos paí­ses europeos, como mecanismo para dar a conocer a los autores, que a pesar de tener calidad encuentran dificultades para divulgar su obra poética por el poco interés de las editoriales en este hermoso y exigente género literario.

"Nuevas voces de fin de siglo" publicada por Epsilon Editores, es uno de esos libros que con el paso del tiempo se convierten en textos de consulta obligatoria; en este caso, para comprender la evolución de la literatura colombiana en el final de este milenio y especialmente para apreciar el crecimiento poético que vive el paí­s.


Tomado de: EL TIEMPO
Sección: Lecturas fin de semana
Fecha de publicación: 29 de agosto de 1999
Autor: Enrique Santos Molano


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NUEVAS VOCES DE FIN DE SIGLO

Por Rodrigo Escobar Holguín (*)

(En la presentación de la antología, en el Auditorio del Banco de la República. Cali, 3 de marzo de 1999)


Introducción

Ante todo, agradezco a Epsilon Editores la honrosa designación que me ha hecho para presentar su antología y a la Fundación de Poetas del Valle del Cauca y al Banco de la República, el brindar el espacio y el apoyo institucional que hoy nos permiten encontrarnos aquí, celebrando este evento. Iniciaré con unas reflexiones sobre la poesía y sobre el acto de publicar, para luego referirme a la antología y a los poetas presentes esta noche.

Sobre la poesía

A través del tiempo los seres humanos vivimos la experiencia del lenguaje entre dos polos, lo banal y lo inefable, lo comunicable y lo auténtico. Hay una lucha implícita entre el propósito de comunicación corriente y cotidiano, para el que la banalidad es un instrumento, y el propósito de comunicar con intensidad lo auténtico, que es la labor poética. La comunicación cotidiana no requiere de todos los recursos del lenguaje: le bastan unos pocos. Al permanecer en ella, quien habla va habituándose a usar el lenguaje de modo impreciso, pobre, y lo va degradando.

La comunicación poética, en su intento de expresar lo inefable en toda su intensidad, tiene que utilizar el lenguaje en todo su potencial, aprovechando todos sus atributos. Sentido, sonido, duración, ritmo, color. Cuando ella llega a ocurrir, enaltece el lenguaje, dándole fuerza y cargándolo de sentido. Incluso, en esta búsqueda de recursos para el quehacer poético, quienes tienen la posibilidad de conocer otros idiomas pueden a veces intentar introducir en su obra formas y posibilidades de esas lenguas ajenas. En tiempos de Cervantes, Garcilaso introdujo con éxito al español ritmos italianos. Góngora, mediante su poesía, enriqueció la lengua con palabras latinas y griegas.

La comunicación poética no es privilegio de ningún grupo humano. Puede surgir en cualquier boca, en cualquier pluma, en cualquier oficio. Sin embargo hay quienes, en la medida en que la necesidad se los permite, se dedican a ejercerla como la disciplina de su vida. Son los poetas. A ellos, la sociedad debe la calidad del lenguaje que utiliza, y la renovación en los modos de percibirse a sí misma y al mundo, dones vitales para su bienestar. Pues "lo que permanece, lo fundan los poetas" [1]. Pero esto no acostumbra reconocerlo, quizá porque el acceso a la palabra lo tienen todos, y le es difícil identificar, inicialmente, a quienes pueden llegar a ser poetas. Por ello, el ejercicio de la poesía suele ser algo marginal. Ejemplos: un preceptor de hijos de banqueros en Alemania, Hölderlin; un burócrata del ministerio de Regadío en Egipto, Kavafis; un profesor de francés en los pueblos de España, Antonio Machado.

A veces, aparentemente, un poeta logra ejercer una vida plena de poesía, pero en realidad debe pagar tributo – en forma de versos – a la persona o grupo social del que depende su subsistencia, y los lectores tendrán que discriminar, en la obra, el homenaje literario y la poesía de veras. Solo en los casos más afortunados ese tributo se limita a la dedicatoria: pienso, en forma sucesiva, en Neruda y en Rilke.

Hay otro camino más duro, el de los ascetas que deciden entregarse por completo a la marginalidad. Son estoicos que creen necesitar poco y no dan importancia a vivir según la convención. Escasos los que tienen el coraje de hacer esto. François Villon, Porfirio Barba Jacob, Raúl Gómez Jattín han seguido esta vía. Salvo estos que son como nuestros santos, los poetas sólo durante algunos momentos de su vida son poetas. El resto del tiempo tienen que vivir en la banalidad cotidiana, y ser banales para poder seguir viviendo. Cuando llega el momento de producir un poema, en cada poeta se da, por ello, una lucha feroz entre la banalidad que ofrece las palabras de uso diario con la tentación de comunicarse, y lo auténtico que busca encontrar su propio lenguaje. El equilibrio entre comunicación y autenticidad no es fácil; a veces el poeta, inclinándose del lado de la autenticidad, escoge deliberadamente no ser comprendido ahora, y hablar para el público del futuro.

A través de la historia, los poetas van descubriendo las posibilidades de la lengua que comparten, encontrando formas que parecen adecuadas a ella y construyendo una tradición literaria. Pero por este camino a veces la poesía se carga con tantas convenciones peculiares que llega a formar un lenguaje propio, alejado del común, y entonces se enajena de la posibilidad de comunicación. Entonces se requiere que los poetas devuelvan al lenguaje corriente su dignidad original de materia prima de la poesía. Hay que saber, sin embargo, que no basta poner juntas unas cuantas palabras cotidianas, hermosas y fáciles para escribir un poema: eso sería el triunfo de la banalidad.

Por eso, el poeta tiene que profundizar, ahondar en su propio mundo, hasta encontrar que las palabras hermosas y banales no son suficientes para decir lo que ha hallado en su búsqueda interior. La poesía, en tanto que disciplina, necesita ejercicio, y a veces los poetas se entregan a lo que parecerían ser simples juegos de lenguaje o malabares de un verbo intrascendente. Pero en realidad, al hacerlo están celebrando rituales de preparación, que los harán dignos de escribir el poema cierto, cuando la vida los lleve, de modo ineluctable, a dejarlo escrito.

Sobre el acto de publicar

Si la poesía es comunicación intensa de lo auténtico, entonces no puede quedarse entre los papeles guardados del poeta: debe hacerse pública. Esto no conviene que ocurra desde los primeros intentos de escritura, porque se necesita una maduración. Un momento llega, al cabo del período formativo inicial del poeta -y del poema-, cuando comprende que la obra merece ser dada al público. Para llegar a este punto, el poema debe haber sido ya escrito. La producción de un texto poético y su puesta en circulación son dos momentos diferentes, y el poeta entonces puede decidir qué desempeño va a tener en esta segunda empresa, la de publicar.

Cada momento requiere medios diferentes. Los medios materiales requeridos en el momento de creación de un poema están al alcance de cualquiera. El ámbito de la escritura es amplio y para todos hay espacio. Los poetas están liberados de la competencia por la oportunidad de acceder a los medios materiales de creación en su arte, lo que no ocurre, por ejemplo, con la arquitectura. En cambio, la publicación requiere medios materiales considerables por comparación a la escritura. Es en el ámbito de la publicación donde las oportunidades escasean y aparece la competencia por el uso de los medios.

Cada uno se plantea en este asunto según su carácter. Hay quienes mueren sin preocuparse de otra cosa que de escribir, como Gerard Manley Hopkins y Emily Dickinson; hay quienes resuelven publicar sus poemas a su costa, ya sea en libro, como Walt Whitman, o en hojas sueltas, como Kavafis. Y los que esperan la publicación a través del éxito en un concurso. Están quienes envían sus poemas a revistas y periódicos. Y quienes dan recitales. Naturalmente, algunas de estas cosas se pueden combinar.

Sobre esta Antología y sus poetas

Con tal variedad de estrategias, hay campo para la experimentación, y esta antología es un experimento, ya que se pone a prueba por primera vez en nuestro medio una modalidad de invitación, selección y cuota de participante, que ha dado resultado en otras partes. Involucra un editor, en este caso, Epsilon Editores, un antologista, Juan Revelo Revelo, y unos poetas; hoy tendremos una muestra de ellos.

Al aparecer la publicación, el experimento se confirma exitoso. Como objeto físico, el libro es de presentación hermosa y digna. El contenido, sin duda, cumple lo que el título promete: muchos poemas de gran calidad, provenientes de nuevas voces. Los datos biográficos publicados nos dan un panorama de algunas de las características de estos poetas. Examinemos aquí algo de su modo de vida y su procedencia. Por la muestra que declara una profesión, gran parte vive de la docencia. De cada diez poetas nuevos, casi cuatro son profesores. La mayoría, obviamente, de letras. Pero también hay profesores de lenguas, de matemáticas, de derecho, de ciencias, de artes.

Después de los 44 profesores de letras, las dos profesiones siguientes son la comunicación o periodismo, con 18 poetas comunicadores-periodistas, y el Derecho, con 16 poetas abogados. Algo que distingue claramente al Valle es su monopolio casi absoluto de los poetas arquitectos. De los cuatro que aparecen en la antología, tres (dos mujeres y un hombre) viven en este departamento. Hay cinco personas que dicen vivir de tertulias y talleres literarios, programas radiales y actividades cívicas ocasionales. Deben ser vidas estoicas, entregadas a la literatura. Podemos distinguirlos llamándolos poetas/poetas.

Entre los modos de vida minoritarios, hay una diversidad apta para romper el más pertinaz de los estereotipos. Encontramos poetas gerentes, modistas, promotores de ventas, psicólogos, ingenieros mecánicos, industriales y de sistemas, publicistas, odontólogos, promotores comunitarios, médicos, contadores, comerciantes, bacteriólogos.... la lista no es interminable, pero casi. Y también hay, para beneficio de las ideas preconcebidas, una traductora y dos bibliotecarios: ya iba haciendo falta el recuerdo de Borges.

Son 88 hombres y 72 mujeres, de veinticuatro departamentos del país. Hay regiones ausentes, como la Guajira. De la Orinoquia está presente el Meta, y de la Amazonia, el Putumayo. En números absolutos, el Valle del Cauca es el departamento con más voces, 21. Siguen Bogotá, con 17; Antioquia, con 15; Nariño, con 13; Bolívar, con 11. Al otro extremo figuran San Andrés, Putumayo, Choco y Meta, con un poeta cada uno.  Los poemas que oiremos esta noche son una muestra de la calidad del contenido de la antología. A través de los poetas del Valle del Cauca, nos podremos imaginar la variedad de quienes cultivan la poesía en nuestra patria.

Cecilia Balcázar ha dedicado su vida al lenguaje. Y sin embargo, ella ha conocido el límite de lo inefable, pues la vida la ha puesto en ese borde. Y de allí ha vuelto, y lo ha dejado escrito en sus poemas.

Fernando Calero de la Pava es un sobreviviente. Muchos de los que conoció han muerto; él, por razones que no alcanza a vislumbrar, sigue viviendo, y sus poemas son un testimonio de amor a esa dádiva incomprensible. Para ello, usa un lenguaje breve, elemental, como un engarce sobrio donde cada palabra deslumbra por su fuerza.

Adela Guerrero ha cultivado desde la adolescencia su vocación por la palabra. Una sensibilidad serena y un lenguaje desnudo y concreto son la raíz y el instrumento de una obra donde expresa un amor profundo, que trasciende más allá de su objeto.

La poesía de Humberto Jarrín es de descubrimiento de los seres que yacen ahí, en la realidad escondida tras los tópicos y los esquemas previos que usamos para protegernos de sus duras aristas. Él no la teme, y nos la muestra en un lenguaje hondo y revelador.

Elvira Alejandra Quintero es dueña de una forma libérrima: la frase en largos versículos, entre el límite de la prosa y el verso, con espacios silenciosos en los que brilla el aura y el aroma de las palabras, capaz de expresar el sentido oculto tras las experiencias y los nombres de cada día.

Por último, sólo me queda agradecer al antologista, el trabajo que ha concebido y realizado. Es un trabajo ímprobo y paciente, que no puede llevarse a cabo sino bajo el signo de un hondo amor por la poesía. Es una labor que lleva implícita su recompensa, en la riqueza de la cosecha. Gracias, Juan Revelo Revelo.


[1] De un poema de Friedrich Hölderlin.

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(*) RODRIGO ESCOBAR HOLGUÍN.  Poeta, ensayista y traductor de poesía japonesa y china. Autor de "Obrador de Versos" y “Ocaso en Copán” publicado por la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle. Elaboró, con la traductora Vera Székács, versiones de poemas húngaros, publicados por la Universidad Nacional de Colombia y la editorial Orpheusz de Budapest y presentados en la Feria de Frankfurt. Así también, tradujo canciones bengalíes con el título: “Cantares de Bengala”, publicadas en inglés como “In Praise of Krishna: songs from the Bengali” (Londres: Jonathan Cape, 1968).
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1 comentario:

  1. Me parecen interesantes las opiniones sobre la poesía de este blog, que nos recuerda que la poesía no es sólo escribir con rima y versitos cursis. La VERDADERA POESÍA no es de élites, pero si es un arte difícil, exigente y preciso, que está por encima de la mediocridad, por eso yo soy admiradora de los grandes maestros como Neruda, Paz y Withman que nos enseñaron a escribir con arte.

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